Sandy,
La Marilyn del puerto
“Cuando el sol hace estallar las tonalidades, se abre la puerta principal. Unos botines de cuero blanco, altos y pretenciosos eran visibles cuando el viento jugaba a su favor al momento de flamear el vestido que los cubría. Continúa la parte superior. Un manto dorado amoldaba una figura robusta y alta que combinaba con la delicadeza de un cabello rubio, como el de Marilyn, arrimado en sus hombros. De lejos sus joyas expresaban carácter a mi imaginación de niña. ¡Llegó mi tía Sandy!”
Sandy es la protagonista de esta historia. Una historia que, en esta instancia, se contará desde el término de un oscilante viaje, entre tierras rurales y capitalinas, que tuvo como destino la región de Valparaíso, principalmente San Antonio. Un territorio altamente distinguido por su gran relevancia en el folclore, jolgorio y costumbrismo entre los años 50 y 60, en plena época dorada. Esta panorámica, influyó en la decisión de permanecer por el resto de su vida en esta romántica y deleitable postal porteña.
Situada en un círculo femenino con matices de complicidad, Sandy, como ella es conocida, se dispuso a ejercer como trabajadora sexual en diversos “hoteles de turismo”, como ella los cataloga, ubicados en el puerto, fuente laboral que le permitió alcanzar una estabilidad económica que venía persiguiendo desde su adolescencia cuando migró desde la octava región, lugar donde era conocida como Marilyn.
El imaginario de los tradicionales burdeles y casas de remolienda, como eran conocidos eufemísticamente los prostíbulos, resiste en la nostálgica memoria de sus propias protagonistas, quienes son piezas claves para conocer las características del ambiente y los espacios donde se desarrollaban distintos servicios destinados a clientes extranjeros y chilenos.
El mar es el umbral de los inolvidables romances que emprendieron en pleno puerto a la llegada de los buques. Una atmósfera pasional y romántica donde Sandy escribió una y otra vez sus inolvidables novelas que se consumaron en estas íntimas esferas acompañadas de boleros y tangos.
Para Sandy, este trabajo no involucra solo sexo y, tampoco, se resume en la venta de cuerpos. El trabajo sexual es un servicio múltiple, diverso y complejo que implica conformar un universo de táctica, selección y organización tanto individual como colectiva.
Melissa Gira Grant en su libro Haciendo de Puta, menciona que “reducir todo el trabajo sexual a la violencia es negar la existencia de otras posibilidades más allá de la violencia”. En el imaginario social, situamos a la “prostituta” como una mujer incorpórea. Sabemos su presencia, pero se segrega porque se cree que todas son explotadas por un irrompible circulo de violencia sin comprender otras realidades.
Asimismo, el conocimiento y profundización de este trabajo se vuelve más complejo ya que, muchas trabajadoras sexuales evitan compartir sus experiencias por miedo al juzgamiento moral, a ser denunciadas, discriminadas, estigmatizadas y cuestionadas.
Para la protagonista los años fueron pasando y el cuerpo fue envejeciendo. Hoy, a sus 74 años, contempla su archivo fotográfico frente a la ventana que da al puerto donde respira la inmutable brisa marina. Constantemente, evoca en los lugares que transita junto a su carro vendiendo empanadas, las innumerables historias que vivió.
Muy hermoso